En los últimos tiempos hemos visto cómo la comunidad científica ha arrojado contundentes conclusiones acerca de los peligros para la salud del azúcar, incluyendo una mayor incidencia de obesidad, diabetes, caries y enfermedades cardiovasculares.
Qué es el azúcar añadido
Es el azúcar oculto que muchas veces consumimos sin darnos cuenta a través de una amplia variedad de productos ultraprocesados. Es todo aquel monosacárido o disacárido añadido de forma adicional durante la elaboración de un producto, y que cumple con funciones tecnológicas diversas (como corrector de la acidez o retrasar el crecimiento de ciertos microorganismos indeseables). Es decir, el azúcar ejerce un papel conservante que contribuye a alargar la vida útil del alimento.
Sin embargo, la principal función por la cual se añade azúcar a los alimentos es para otorgar al alimento de un intenso sabor dulce, haciendo que el producto sea mucho más apetecible. En la mayoría de ocasiones, su adición será como sacarosa —el azúcar de toda la vida—, sin embargo también podemos encontrar otros formatos como fructosa, glucosa o maltosa.
Qué es el azúcar libre
Cuando hablamos de azúcar libre, el concepto se amplía hacia dos tipos de azúcares. Por un lado, el término ‘azúcar libre’ también incluye al propio azúcar añadido que ya hemos descrito previamente.
Además del azúcar añadido, también se considera como azúcar libre aquel compuesto que ha sido desprendido de su matriz alimentaria, es decir, que se ha extraído del alimento que lo contenía de forma natural. Este azúcar, en la práctica se comporta igual que el azúcar añadido dentro de nuestro organismo, con todos los problemas hacia la salud que esto supone.
Este es el caso del zumo de frutas, el cual desde hace muchos años se ha recomendado como una alternativa igual de saludable que el consumo de fruta entera, sin embargo no son equiparables, ya que el zumo aporta el azúcar de unas 2-3 piezas de fruta, además de no aportar la fibra, necesaria para que la absorción de ese azúcar sea gradual.
Qué dice la OMS sobre el azúcar libre
La Organización Mundial de la Salud (OMS), estableció que, tanto para los adultos como para los niños, el consumo de azúcares libres debería reducirse a menos del 10% de la ingesta calórica total. Y que, además, una reducción por debajo del 5% de la ingesta calórica total produciría beneficios adicionales para la salud. Si nos referimos a un adulto promedio, esta cantidad equivaldría a aproximadamente 25 gramos de azúcar libre diarios como máximo.
Las recomendaciones sanitarias para reducir la ingesta de azúcares libres están basadas en evidencias sólidas que muestran un menor peso corporal en los adultos que ven reducida su ingesta de azúcares. Además, y de forma equivalente, también existen estudios que muestran un aumento del peso corporal en aquellos usuarios que consumen más azúcares libres.
El problema del etiquetado actual
Actualmente no es posible diferenciar entre el azúcar añadido o libre y el azúcar naturalmente presente en los alimentos —el cual no ha mostrado evidencias de ser perjudicial para la salud—.
Este problema hace, entre otras cosas, que no sepamos realmente qué cantidad de azúcar añadido tiene un producto alimenticio, ya que en muchas ocasiones la cifra de la tabla nutricional combinará el azúcar que ya poseen los ingredientes propios del alimento con aquel que ha sido añadido posteriormente.
En estos casos concretos, bastará con seleccionar un producto que posea azúcar en las últimas posiciones del listado de ingredientes (los ingredientes aparecen en orden decreciente respecto a su proporción en el alimento) —o directamente que no lo contenga—. De esta forma estaremos ante un producto perfectamente compatible con una alimentación saludable.
FUENTE: VITÓNICA