Cuando las fruterías se llenan de colores naranjas y rojos, ha llegado el buen tiempo y el festival de sabores que ofrecen las frutas veraniegas. Una de ellas es el albaricoque, más o menos pequeño y más o menos anaranjado, rico en fibras y agua y bajo en hidratos de carbono.
El albaricoque, como el melocotón, la nectarina o la ciruela, es una fruta de hueso. Es originario de las zonas templadas de Asia, Corea del Norte o Manchuria y los romanos lo introdujeron en Europa a través de Armenia.
Es rico en fibras y agua, y bajo en hidratos de carbono. Se recolecta entre mayo y agosto
El albaricoque es una fruta de temporada, es decir, solo se puede consumir fresca cuando se recolecta del árbol, entre mayo y agosto. Es un alimento que deja de madurar tras separarse de su rama y es importante no ingerirlo verde, porque entonces es muy indigesto.
Bueno para picar
Cuando el gusanillo del hambre acecha entre horas, la fruta fresca siempre es una buena solución. En el caso del albaricoque, tomar dos o tres piezas a media mañana o por la tarde proporcionan mucha vitamina A, a través del betacaroteno, elemento que da a esta fruta su tono anaranjado.
De hecho esta ración de fruta contiene la mitad de la dosis diaria recomendada de vitamina A. Es un nutriente esencial para nuestra salud, para la vista, el cabello, la piel, los huesos y el sistema inmunitario, además de ser antioxidante.
El albaricoque tiene hierro, potasio, calcio, magnesio y vitamina B3
Los albaricoques frescos también son ricos en taninos, elementos con propiedades astringentes, antiinflamatorias y antioxidantes que, entre otras acciones, favorecen la digestión.
¿Fresco o seco?
Fuera de temporada, podemos seguir disfrutando del albaricoque como fruta desecada. Es muy habitual en recetas de origen medieval y guisos, pero también podemos tomarlo a secas. En este caso, los nutricionistas advierten que 100 gramos de albaricoques secos contienen más azúcar que 100 gramos de albaricoques frescos, por lo que habrá que modular su ingesta.
Si los compramos frescos, además de escogerlos maduros, es importante que no estén arrugados. Y la mejor forma de conservarlos es en la nevera, en una bolsa de plástico agujereada.
FUENTE: LA VANGUARDIA